Actualizado el 4/21/2025
El pontificado de Francisco se caracterizó por un enfoque pastoral renovado, mayor protagonismo para las mujeres y los laicos, así como una fuerte preocupación por los pobres y los migrantes, aunque persisten retos estructurales en la igualdad de género y el manejo de crisis.
El Papa Francisco marcó un antes y un después en la historia reciente de la Iglesia Católica, impulsando transformaciones orientadas a la inclusión, la justicia social y el diálogo con el mundo contemporáneo. Desde su elección en 2013, apostó por una Iglesia menos clericalista, más cercana a la gente y sensible a las problemáticas actuales. Entre sus principales aportes, destacó su fuerte compromiso con los pobres, los migrantes y los refugiados, haciendo de estos grupos una prioridad en su magisterio y en sus primeros gestos como Pontífice.
Uno de los ámbitos donde Francisco buscó cambios significativos fue en el rol de la mujer dentro de la Iglesia y la sociedad. Sin abandonar los límites de la doctrina católica tradicional, realizó reformas para permitir la participación de mujeres en cargos de responsabilidad inéditos en el Vaticano, abrió el acceso formal a ministerios laicales antes reservados solo a varones y creó comisiones para estudiar nuevas formas de inclusión, como el posible diaconado femenino. Además, denunció con contundencia la violencia de género y abogó por reconocer los derechos laborales y sociales de las mujeres, insistiendo en su necesidad de estar presentes en los espacios de toma de decisiones. Sin embargo, persiste la exclusión de la mujer en el sacerdocio y en posiciones de verdadera toma de decisiones doctrinales, lo que revela que las reformas fueron más institucionales que estructurales.
Francisco también promovió la sinodalidad, alentando la participación de laicos y laicas en importantes decisiones eclesiásticas, como se vio en los últimos sínodos donde todos, incluidos religiosos y laicos de ambos sexos, tenían voto y voz. Este cambio es considerado revolucionario para la estructura tradicional jerárquica de la Iglesia. Además, su estilo de gobierno buscó combatir el clericalismo, promoviendo la sencillez y la escucha activa hacia los fieles.
No obstante, su pontificado no estuvo exento de críticas y desafíos no resueltos. Persistieron problemas en el manejo de los escándalos de abusos sexuales, si bien Francisco mostró disposición para rectificar tras ser criticado por su apoyo inicial a obispos cuestionados, especialmente en casos como el ocurrido en Chile. A nivel interno, aunque realizó algunos ajustes en la Curia y abrió la posibilidad de más participación laica, las reformas estructurales en temas financieros y de transparencia quedaron inconclusas.
Respecto al aborto y la maternidad, Francisco mantuvo la postura tradicional de la Iglesia, condenando el aborto en cualquier circunstancia, pero con un enfoque pastoral de misericordia y perdón para quienes han pasado por esa experiencia, facilitando el acceso al sacramento de la reconciliación en estos casos. También subrayó el valor insustituible de la maternidad, aunque sus palabras han sido vistas por críticos como un refuerzo de patrones tradicionales que invisibilizan otras experiencias y luchas femeninas.
En síntesis, el legado de Francisco es el de una Iglesia más abierta al diálogo, centrada en la misericordia y la justicia social, que dio pasos importantes hacia la inclusión, pero que aún enfrenta retos profundos para alcanzar una verdadera equidad y transparencia. Su sucesión plantea interrogantes sobre el rumbo futuro de la Iglesia y la continuidad de las reformas implementadas durante su pontificado.